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Proyectos y Prácticas Educativas para la Solidaridad

Fieles a la identidad fundacional de la misión Marista y movidos por el deseo de transformar la realidad, fortalecemos la dimensión solidaria de nuestra práctica evangelizadora-educativa para que cada obra sea un espacio de esperanza, justicia y encuentro. Renovamos y compartimos lineamientos que promuevan la solidaridad y defiendan los derechos de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, convencidos de que su dignidad es sagrada. Caminamos junto a nuestras comunidades educativas en un proceso vivo de discernimiento y creatividad, integrando nuevas metodologías, tejiendo redes y aprendiendo de las experiencias que nos inspiran, para que nuestra acción educativa y pastoral siga siendo un faro de luz que transforme vidas y construya un mundo más fraterno.

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CIJMA Kanasín

En Kanasín, Yucatán, late un proyecto que cree en el poder transformador de la educación y la comunidad. Somos una obra social Marista de educación no formal que acompaña a niñas, niños, adolescentes y jóvenes, ayudándoles a fortalecer su aprendizaje, recuperar oportunidades y descubrir sus talentos a través de la cultura, el arte, la ecología, la espiritualidad y la vida en comunidad.

Más que un centro educativo, somos un espacio donde las y los jóvenes son protagonistas de su propio desarrollo, donde la identidad maya-kanasinense se abraza con la diversidad cultural, y donde la inclusión y el respeto por la dignidad de cada persona son el punto de partida.

Nuestra misión es tejer redes de colaboración entre colonias, instituciones, universidades, empresas, comunidades de fe y gobierno, para que, juntos, podamos sembrar futuro en Kanasín. Lo hacemos con un enfoque transversal de defensa de los derechos de niñas, niños, adolescentes y jóvenes y del cuidado de la casa común, convencidos de que cada acción que construye comunidad es también una semilla de esperanza para el mundo.

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CIJMA Villa Guadalupe

En Villas de Guadalupe, Zapopan, el Centro Infantil y Juvenil Marista (CIJMA) es más que una escuela: es un refugio de amor y segundas oportunidades. Aquí llegan niñas, niños y adolescentes que han quedado fuera del sistema escolar, que no saben leer ni escribir, que han enfrentado problemas de aprendizaje o conductas que los alejaron de las aulas… y que, muchas veces, también los alejaron de la esperanza.

En el CIJMA les abrimos las puertas como quien abre los brazos para ofrecer un lugar seguro. Les ofrecemos un ambiente de familia, servicio y cariño, donde los valores maristas —el espíritu de familia, el servicio, el amor a Jesús y María, y el gusto por el trabajo— se viven cada día. No solo enseñamos materias, sino que ayudamos a sanar heridas, a creer en sí mismos y a descubrir que son valiosos y capaces de soñar.

Gracias al apoyo de voluntarios, bienhechores y amigos, podemos ofrecerles un lugar donde aprender, reír y sentirse en casa. Y cuando se gradúan con su certificado de primaria o secundaria del sistema INEA, no solo llevan un papel en la mano: llevan en el corazón la certeza de que un futuro mejor es posible.

Bachillerato Ichiméame

En el corazón de la Sierra Tarahumara, en Creel, Chihuahua, el Centro de Estudios Ichiméame —“el sembrador” en lengua rarámuri— siembra conocimiento, valores y esperanza en la juventud indígena de la región. Ofrecemos bachillerato general con formación integral, para que adolescentes y jóvenes, en su mayoría rarámuri, puedan acceder a una educación de calidad que abra caminos de vida y desarrollo.

Aquí, las y los jóvenes de comunidades remotas llegan con un sueño y encuentran mucho más que una escuela. Encuentran un hogar, un espacio donde aprender, crecer y descubrir su valor. En nuestras aulas y en la Casa del Estudiante Marista, la formación académica se entrelaza con el orgullo por la identidad rarámuri, la fuerza de la cultura y el compromiso con los derechos humanos.

En una tierra marcada por retos como el narcotráfico, la tala y el desplazamiento forzado, sembramos semillas de liderazgo, resiliencia y transformación social. Con la presencia cercana de los Hermanos Maristas —que desde 1961 caminan junto a estas comunidades— creemos que cada joven que cruza nuestras puertas lleva consigo la posibilidad de cambiar no solo su vida, sino el destino de toda su comunidad.

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Aprendizaje Más Servicio Solidario

El aprendizaje-servicio es mucho más que estudiar o donar libros; es la oportunidad de transformar el conocimiento en acciones concretas que atienden las necesidades reales de nuestra comunidad con compromiso y solidaridad. Esta práctica nace de la convicción de que los estudiantes, desde el primer momento, pueden ser protagonistas de un cambio verdadero, diseñando, ejecutando y evaluando proyectos que integran lo que aprenden en el aula con el deseo de ayudar y construir un mundo mejor.

Cuando los jóvenes se involucran en el aprendizaje-servicio, no solo aplican sus conocimientos en la vida real, sino que también descubren habilidades que los acompañarán para siempre: el valor del trabajo en equipo, la fuerza de la comunicación sincera y la valentía para tomar decisiones frente a lo inesperado. Más allá de lo académico, crecen como personas solidarias, resilientes y capaces de enfrentar los retos con esperanza, aprendiendo a vivir y convivir en respeto y armonía con los demás.

Este camino se sustenta en los cuatro pilares que la UNESCO nos recuerda como esenciales para la educación del siglo XXI: aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos. A través del aprendizaje-servicio, cada estudiante tiene la oportunidad de construir no solo su conocimiento, sino también su identidad como agente de cambio y esperanza en su comunidad.

Los proyectos de aprendizaje-servicio tienen un impacto profundo y duradero. Elevan la calidad de la educación al poner a prueba a los estudiantes con desafíos reales. Forman ciudadanos comprometidos, dispuestos a actuar y transformar su entorno. Abren espacios para la inclusión y el empoderamiento, fortalecen los lazos entre escuelas y comunidades, y cambian la mirada social hacia niños y jóvenes, que dejan de ser vistos como un problema y se convierten en protagonistas valientes y activos de su presente y futuro.

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Modelos de Solidaridad

Comprender la solidaridad es abrirse a un camino que nos invita a crecer juntos como humanidad. Es un recorrido que parte de pequeños gestos, pero que sueña con un horizonte mayor: una comunidad que vive desde la justicia, la fraternidad y el amor. Este diseño de modelos se nutre de la Doctrina Social de la Iglesia y del carisma marista, y reconoce que toda acción solidaria es valiosa, aunque nos impulsa a avanzar hasta llegar al Modelo Transformador, donde la ayuda deja de ser caridad ocasional y se convierte en cambio estructural y esperanza compartida.

Todo comienza en lo cercano: en las miradas, las palabras y los gestos que cultivamos dentro de nuestra comunidad. Desde ahí, vamos ensanchando la visión hacia el mundo, hasta reconocer las heridas de la pobreza y la desigualdad que claman por justicia. En este camino, los estudiantes no solo participan: asumen el protagonismo de ser agentes de cambio, descubriendo que la solidaridad no es un acto aislado, sino una forma de vivir y relacionarse.

La base es sencilla: toda manifestación de ayuda cuenta. Incluso el gesto más pequeño es un inicio. Antes de la etapa Pre-solidaria no hay intención de ayudar, pero basta una chispa para encender un proceso que nos lleve de la compasión inicial a la transformación real.

  • Modelo Pre-solidario

Aquí la ayuda nace, pero aún está centrada en uno mismo. Es un “egoísmo positivo”: Aunque la acción beneficia a otro, la motivación principal es la satisfacción personal. Es el primer paso, el inicio de un despertar que todavía no ha descubierto toda la fuerza del amor gratuito.​

  • Modelo Asistencial

​En esta etapa, se da un paso más: se reconoce que el otro tiene una necesidad y se busca cubrirla. Sin embargo, el compromiso termina cuando la necesidad inmediata se resuelve. Es como dar pan al hambriento, pero no quedarse para escuchar su historia.

  • Modelo Promocional

La mirada cambia. Ya no solo se atiende una carencia, sino que se cree en el potencial del otro. Aquí la ayuda se convierte en oportunidad: se comparten herramientas, conocimientos y habilidades para que la persona pueda caminar con autonomía. Es tender la mano, pero también enseñar a sostenerse por sí mismo.

  • Modelo Transformador

Es la cima del camino solidario. Ya no se trata solo de ayudar, sino de cambiar las estructuras que generan la injusticia. Se reconoce que el problema no es “del otro”, sino nuestro, y que la solución requiere unir fuerzas. Aquí la relación es de igual a igual, y el desafío se asume como una causa común. Este modelo no solo alivia heridas: trabaja para que dejen de producirse. Es el compromiso de quienes sueñan con un mundo donde todos tengan un lugar digno

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